La farmacia de Elena Manso, un establecimiento de barrio con una rica tradición, se erige como un pilar fundamental en la salud comunitaria, trascendiendo la simple dispensación de medicamentos. Este reportaje nos sumerge en la rutina diaria de Elena y su equipo, revelando la esencia de un servicio farmacéutico que prioriza la cercanía con el paciente y la especialización en formulación magistral, una práctica heredada y perfeccionada por Elena. Desde la atención de consultas sobre pequeños síntomas hasta la creación de fármacos a medida, la farmacia se adapta a las cambiantes necesidades estacionales y juega un papel estratégico en el bienestar de la comunidad, manteniendo viva la tradición de las antiguas reboticas en un contexto moderno.
A primera hora de la mañana, la farmacia de Elena Manso bulle de actividad. Los vecinos entran y salen, no solo para adquirir sus tratamientos, sino también para entablar una conversación con las farmacéuticas. Laura, una farmacéutica adjunta con casi dos décadas de experiencia en el lugar, enfatiza la importancia de la farmacia en la sanidad comunitaria. Para ella, el establecimiento no solo dispensa los fármacos recetados por los médicos, sino que también ofrece un espacio de confianza donde los pacientes pueden expresar sus inquietudes y recibir orientación integral sobre su salud. Esta interacción va más allá de la medicación, abarcando el autocuidado y la prevención, especialmente para aquellos síntomas menores que no requieren una consulta médica inmediata.
La clientela de la farmacia es diversa, abarcando desde personas mayores que buscan consejo y su medicación habitual, hasta jóvenes profesionales de las oficinas cercanas que aprovechan su descanso para adquirir lo que necesitan. La demanda de productos en la farmacia de Elena Manso fluctúa según las estaciones del año. Durante los meses de invierno, la venta de antigripales y descongestionantes nasales se dispara debido a la prevalencia de virus. En cuanto a productos de parafarmacia, los bálsamos labiales y las cremas para manos secas o pieles atópicas en bebés son los más solicitados. Con la llegada de la primavera, el enfoque cambia hacia los antihistamínicos y colirios, debido al aumento de las alergias. Por otro lado, el verano trae consigo una mayor demanda de protectores solares y soluciones para picaduras de insectos. Entre los fármacos financiados por la sanidad pública, el paracetamol, el ibuprofeno y los tratamientos para pacientes con enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión y el colesterol alto son los más recurrentes.
En el corazón de la farmacia, en un laboratorio situado en el sótano, Elena Manso ejerce la formulación magistral, una tradición que su madre ya practicaba. Este espacio, al que se accede por una estrecha escalera, es donde Elena elabora medicamentos personalizados, adaptados a las necesidades específicas de cada paciente. Explica que la formulación magistral es esencial para aquellos medicamentos que no se comercializan masivamente, como fármacos pediátricos que requieren concentraciones y presentaciones específicas, o para pacientes con alergias a componentes comunes como la lactosa. Cada mañana, lo primero que hace Elena es descender al laboratorio para preparar las solicitudes del día anterior, priorizando los tratamientos para niños.
Elena Manso rememora que, en épocas pasadas, todos los medicamentos eran formulaciones magistrales creadas en las reboticas. Con la industrialización, la mayoría de los fármacos se producen a gran escala, lo que ha facilitado su acceso. Sin embargo, hay casos particulares que la industria no puede abordar de forma masiva, y es ahí donde entra en juego la formulación magistral. Elena describe su trabajo como la confección de un 'traje a medida', principalmente para personas vulnerables o con patologías poco comunes que no resultan rentables para la producción industrial. Además de medicamentos, en el laboratorio también se elaboran cremas faciales, corporales y su aclamado producto, la 'crema culete'.
Al regresar al mostrador, Elena y Laura continúan con la dispensación de medicamentos. Un gesto que aún persiste y las identifica como farmacéuticas es el uso del cúter para recortar el cupón precinto de los envases de fármacos financiados por la sanidad pública. Aunque este acto es a menudo motivo de humor, su utilidad reside en justificar la facturación a la administración por el dinero adelantado por la farmacia. No obstante, la profesión ha evolucionado, y uno de los avances más significativos es el bloqueo cautelar en la receta electrónica, que permite a los farmacéuticos notificar a los médicos sobre posibles problemas con las prescripciones, como duplicidades o usos fraudulentos. Tras varias horas de intensa labor, la farmacia sigue siendo un punto de encuentro y apoyo para la comunidad, donde las farmacéuticas no solo despachan, sino que también guían y aconsejan a sus pacientes.